La dignidad del pobre

Recién hecha
La foto no dice nada o lo mismo sí. Es una cama recién hecha, recogida... 
La ironía del comentario no pretende ocultar -ni por asomo- la carga de la desdicha. Es más, los dos cartones plegados son un discurso abierto y proclamado en voz alta, por mucho que el pobre del rincón no haga el más mínimo ruido, pase desapercibido y casi que se integre ya en el paisaje urbano de esta ciudad.
Y esa es la gran tragedia: la cotidianidad, la asiduidad, la frecuencia de la miseria y su transformación en un elemento visual "normal" que no despierta ya ni siquiera la compasión.
Por contra, frente a la desidia con que contemplamos puestas en escena como esta, prevalece la dignidad del pobre, haciendo su cama cada mañana; dejando el "colchón" y la "sábana" recogidos y listos para pasar otra noche... eso sí, contando con que no llegue el niñato de turno y le de una patada a los cartones.
Habrá, desde luego, quien se escandalice a la vista del mendigo durmiendo con su cartoncillo de vino tinto de marca blanca al lado, expuesto a la vista como un trofeo del atropello de los derechos humanos. Quien piense así, que pase una nochecita en este hotel al aire libre de la Costa Tropical y -entonces, solo entonces- valore la "desvergüenza" de quienes están condenados a veranear de por vida en plena acera.

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