La emprendimos hace muy pocos años contra la fiesta de Halloween. He de reconocer que yo mismo terminé sucumbiendo a los macabros encantos de un evento al que por encima de todo criticamos su carácter de fiesta importada. Tal vez sea lo de menos, quizá un cambio de denominación para un fenómeno imparable de invasión cultural que tampoco tiene que ser necesariamente destructivo. Veréis, en los tiempos que corren tampoco considero que sea un mal perverso que nuestros críos (en los primeros años) y todos nosotros (en la actualidad) coqueteemos con el horror, la muerte, los fantasmas y 'el otro lado'. Observo con cierta delectación el nerviosismo infantil, las risas, los preparativos, las mascaradas... Ni más ni menos que lo que hacemos en otros momentos del año.
Abominé Halloween y hoy me dejo acariciar por el lado perverso de una luz oscura tras las esquinas de mi barrio... Hoy me siento levemente alienado por un bucle de telarañas o una calavera descolorida... ¿que más da si le achacamos a USA la paternidad de tal descalabro festivo? (que no la tiene, por cierto). ¿Qué mas da si aguantamos una noche de espeluznantes chillidos... como describía maravillosamente Oscar Wilde en el Fantasma de Canterville... ¿Qué mas da...?
Llevo días, meses, escuchando y leyendo lamentos sociales, proclamas angustiosamente negativas que los medios de comunicación se empeñan en meternos entre los pliegues del cerebro para que sucumbamos moralmente aún más a la crisis. Todo alrededor es negro, volátil, mortecino, pútrido incluso... ¿vamos a criticar ahora que durante una noche los niños monten un pollo cadavérico de padre y muy señor mío?.
Pues yo no.
A pesar de lo que los supermercados y grandes superficies se han empeñado en meternos por los ojos para que consumamos como vampiros ansiosos de sangre fresca... ¿Es que en Navidad no nos convierten en seres ansiosos y compulsivos?.
Lo siento. Esto es lo que hay. Ahora rebuscaré entre las páginas del fantasma triste que nos legó Wilde y copiaré alguno de los disfraces que con tanto horror terminó por cargarse a la anciana Lady Startup, que fallecería víctima de un ataque de espeluznantes chillidos durante la nochevieja de 1764, tras aparecersele el espectro disfrazado de Benedictino Desangrado...
Claro que, a tenor de como está el tema, igual me disfrazo de alguna de sus señorías parlamentarias, que estas si que -de verdad- nos están hundiendo en una oscuridad de la que tal vez nunca volvamos...
Por cierto... mi gata se parece a Cruella de Vil. Con esta me ahorro el disfraz.
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