Siempre se me pegan todos los coñazos


En el instituto, pasé de ser un niñaco cabizbajo y tímido, víctima de los disparos del resto de la turba estudiantil por mi desmedido afán por estar sólo y dedicarme a aprobar, a ser delegado de curso dos años consecutivos y convertirme en un terremoto.

La timidez se me quitó el día en que mi familia me obligó a presentarme a un casting que realizaba el grupo de teatro del Abyla y me vi en el escenario. Cuando bajé habían pasado diez minutos y una prueba, pero de golpe había madurado diez años y supe en ese momento que ¡ya había encontrado el camino!

Lo de cabizbajo se me quitó de un garrotazo, semanas después, al salir elegido por unanimidad delgado de COU “gracias” a que, en plena elección, una compañera de teatro irrumpió en la clase, abriendo la puerta de manera ruidosa:

-¡Con permiso! ¡Fermín, dame los pantalones!

Ni os cuento la bronca que se armó mientras yo me hundía, literalmente, bajo el pupitre. Los pantalones eran unos que yo tenía preparados en una bolsa para el vestuario de la obra que ensayábamos y que, al parecer, no pudieron aguardar a que yo terminara clase.

De ser un niño de 13 años, con pantalones cortos, que llegó a 1º de BUP asustado y rodeado de tiacones adultos y con novia que me miraban con condescendencia (y me propinaron alguna que otra lluvia de pelotas de papel), a ser un alumno del que -a final de COU- llegaron a decirme

-¡Me siento importante por tener un amigo como tu!

¿Y qué demonios significa todo esto?

Bueno, pues lo mismo de siempre: prejuicios.

Llegas a un sitio por vez primera; sea el lugar de trabajo, de estudio, un gimnasio, peña y yo que sé qué más... En unos minutos todos se habrán hecho una imagen estereotipada de ti, basándose en el aspecto (lo primero), tu forma de expresarte (lo segundo) y la forma que tienes de mirar (normalmente esto se evalúa muy mal). Debéis saber que esa imagen inicial tiende a consolidarse en los demás en unos minutos y que llevará mucho tiempo corregirla. Otra cosa es que tú quieras corregirla. Si escoges este camino has de tenerlo claro: no cometas el error de construir una ficción de ti mismo que agrade a los demás, sino que debes ser tu, tal y como eres.

Recuerdo que, en mi periodo teatral, admiraba a mi eterno Felipe Román porque si actuaba como le daba la gana (lo hacía como un actor consagrado, con tan solo 17 años), cuando se bajaba de las tablas seguía actuando como le daba la gana y me enseñó precisamente que la naturalidad innata es una cualidad que atrae a las personas, y que se convierte en tu principal atractivo social. Felipe no daba lugar a equívocos; cuando entraba de nuevas a un sitio dejaba claro, desde el principio, quien era y de qué pasta estaba hecho. Yo, sin embargo, mantuve toda mi vida una actitud a la defensiva, hasta el punto en que la primera impresión que he provocado siempre ha sido de altivez y distanciamiento; algo de lo que no he conseguido desprenderme pero que, con los años, he modelado y adaptado los suficiente como para ser un arma a utilizar ante determinadas situaciones y personas, porque tampoco puedes andar de transparente con el ganado que hay suelto por ahí.

Pero, eso sí, confieso que yo mismo he cometido en demasiadas ocasiones el error del prejuicio, de la primera impresión. Eso me puede haber privado (seguro que si) de conocer a gente muy valiosa. En otras ocasiones, el “flechazo” ha sido instantáneo, pero esto nos llevaría al terreno de la empatía natural y de la atracción por las almas gemelas, lo que daría para escribir un libro y de lo que podría hablar horas enteras. Yo mismo he sabido que habría presencias decisivas y fundamentales en mi vida solo con ver a una persona en una foto, sin conocerla antes, y tener la punzada de una certeza abrumadora.

Y así, hace muchos, muchos, muchos años, conocí de refilón a una joven que me dedicó una sonrisa muy frugal, pero sincera. Agaché la cabeza muerto de vergüenza, pero supe en ese momento que esa casi niña había llegado a mi vida para quedarse y ser mi amiga para siempre. ¿Como lo supe?. Pues lo supe y no me equivoqué porque ya han pasado varias décadas de aquel encuentro.

Bueno, y como las apariencias engañan, hace justo un año y mientras tomaba una cerveza con unos amigos, en una terraza de verano, se levantó de su asiento un señor mayor, gitano de pura raza, que llevaba toda la tarde cantando y tocando las palmas. Me miró desde lejos y se dirigió a mi, dejando al grupito pintón que le acompañaba.

-A ver este por donde me sale. Siempre se me pegan todos los coñazos. Lo pensé, si, lo pensé.

Se puso ante mi y con un respeto profundo me dijo:

-¡Abre tu corazón de una vez y saca esa pasión que llevas dentro; sin ella no conseguirás lo que te has propuesto..! y usted perdone, no quería molestarle.

Mis dos amigos se quedaron mudos y yo me meé encima (en el sentido literario de la frase). No se si aquello fue una revelación, brujería o conexión astral. Era un extraño que vio mi interior.

Me avergoncé de haberme dejado arrastrar por el prejuicio de un hombre que, sin conocerme de nada, se acercó a mi para soltarme una verdad tan impertinente como real y a la que, desde entonces, hago caso. El resultado ha sido una especie de despertar, de resurgir, de saber lo que quiero.

Así pues, no juzguéis nunca a la primera impresión. Esperad, dejadle colchón al tiempo porque lo mismo ese que rechazáis en un primer vistazo tiene algo que deciros, que aportaros o simplemente algún día será alguien importante en vuestra vida.

(Foto: Geralt)

Comentarios